miércoles, 3 de octubre de 2007

Sigo viéndole. No se va de mis pupilas. está sentado, casi a ras del suelo, en la cama turca del cuartucho que él mismo ha bautizado con el nombre de salón de música. Son, apenas, diez metros cuadrados y dignificados por los cachivaches recogidos en el curso de nuestra anduanzas. Pinturas, vasijas, fotos, botellas de licores extraños, máscaras, monedas, ídolos de rostro desencajada, talismanes, cojines, espejos, carteles taurinos, revistas de otras épocas, todo el ajuar, la cacharreria y la quincalla de los restos de un naufragio.
Y, naturalmente, discos y libros.

El camino del corazón
(Fernando Sanchez Dragó)
Siempre vuelvo a la lectura de este libro, en tiempo de dudas y miedos.

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